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El día que fui a El Rito II

Sobre la mesa puse distintos recipientes que llené de comida. Queso, salame, maní, aceitunas. Abrí un porrón y puse tres vasos sobre la mesa. Así esperé a Florencia y a Sabrina, una amiga de ella que estudia Psicología y Filosofía.

Nos juntamos en mi departamento a picar algo y a tomar cerveza a las 12 de la noche. Esto fue el jueves 2 de julio. Después íbamos a ir a El Rito, la fiesta para los ingresantes de Antropología. Se hace en el patio de la Facultad de Humanidades y Artes, que está en el centro de Rosario. Sabrina nos consiguió las entradas porque estudia ahí y las pudo comprar. Sólo vendían dos por persona. Hace unos tres años que El Rito se volvió muy masivo y se pusieron más estrictos con la venta de entradas para que no desborde de gente. Como ella tiene amigos en Antropología, consiguió que le vendieran tres.

Estuvimos hablando como dos horas de libros, música, películas y otras cosas ñoñas.

-¿Vos te recibís este año también?-le pregunté a Sabrina.

-No, no. Flor fue al día, pero yo me atrasé.

-Claro, cuando empezaste Filosofía…

-Sí, y encima ahora empecé otra carrera más.

-¿Cómo otra más?

-Es una sacada-dijo Flor.

-Sí, empecé Letras. Es en la misma facu y me reconocieron algunas materias. Y me encanta.

-¿Más que Filosofía?

-No las veo tan distintas, en realidad. El profesor de Epistemología nos dijo que para Rorty, un filósofo, la filosofía es una rama de la literatura. Yo creo eso.

-¡Qué lindo! Igual me imagino que mucha gente no está de acuerdo.

-No, obvio. Algunos son re talibanes de la filosofía como ciencia.

-Como los talibanes de Lacan en Psicología-dijo Flor.

-¡Claro!-dijo Sabri-¿Te presenté a Gabriel?

-No, ¿quién es?-dijo Flor.

-Un compañero de Letras.

-No, ni idea.

-Bueno, es re pendejo. Creo que tiene 20. No más de 20. Y este año le van a publicar dos novelas.

-¿Qué?-dije yo.

-Sí, dos novelas. Es muy bocho el pibe. A los 15 ya había leído todo lo que hay que leer. Sabe inglés y francés entonces lee algunas cosas en la versión original. Y tiene muchos contactos.

-¿Pero cómo dos novelas? ¿Qué hizo?-pregunté.

-Tiene contactos. Ya desde que estaba en la secundaria se hizo amigo de una periodista de acá. Una mujer grande. La llamó y le dijo: “Hola, quiero ser tu amigo”. Y ella le dijo que sí.

-¿Es el pibe que ganó un concurso importante?-preguntó Flor.

-Sí, ese. Una novela es la que ganó el concurso. La otra se la publica una editorial independiente.

-No lo puedo creer-dije.

-Bueno, Meri, tranqui. Vos sabés que escribís bien-dijo Flor.

-Pero a mí no me publicaron.

-Ya va a pasar en algún momento.

-No sé, por cómo viene la mano…

-Vos tenés vida. Este pibe lo único que hace es leer.

-Sí, es verdad. Además de los contactos. Pensá que vos también vas a llegar. Pero a los 40.

-Falta mucho.

-¿Y qué importa? En el medio viví, viajá, hacé cosas. Escribí sobre eso. Y ya te va a llegar.

Suspiré.

-Che, ¿vamos? Ya son las 2-dijo Flor.

-¡Es re tarde! Dale. Vamos.

***

Llegamos a El Rito a las dos y algo de la madrugada. Pasamos al patio de la facultad y fuimos directo a comprar una cerveza. Después nos acercamos al fuego.

En el trayecto desde la venta de bebidas hasta el fuego vimos una pareja besándose apasionadamente, un chico de rastas contando una anécdota a sus amigos de forma desaforada, y varios ingresantes con la cara pintada. Al costado del patio un chico vomitaba. Al lado de él sus amigos lo miraban enajenados. No habían fumado porro. Seguro habían consumido algo más fuerte. O habían comido cucumelos y estaban teniendo un mal viaje.

Algunos saltaban el fuego. Otros se quedaban quietos porque buscaban calor. Nosotras también estábamos heladas, así que nos amontonamos al lado de unos chicos y tomamos la cerveza. Yo casi no tomé porque el viernes me tenía que levantar temprano para ir a una escuela. Cuando no tomo o no fumo no sé muy bien qué hacer con las manos. Esta vez bailé para mantener mis extremidades ocupadas. Bailé sola temas de The Wailers y de otras bandas de reggae como media hora.

-¡¡Sabriii!!-escuchamos.

Un chico se acercó. Tenía pantalón de jean y campera de jean.

-¡Qué hacés, Juan!-dijo Sabri y le dio un beso.

-Acá andamos, bailando un poco. ¿Recién llegan?

-Sí, nos colgamos charlando. Ellas son Flor y Meri.

-Hola-dijimos nosotras.

-¿Son de Letras?

-No, yo estudio Psicología con Sabri y ella es amiga mía de la infancia-dijo Flor.

-¡Mirá vos!

-Me parece que hay poca gente-dijo Sabri.

-Sí, nada que ver con el año pasado-dije yo.

-Antes había más gente. Pero ya se fueron muchos-dijo Juan.

-¿Y la música? ¿Qué onda?-dijo Sabri. De repente se había cortado la música.

-Medio pelo. Cuando llegué arrancó con Bowie. Estuvo bastante bueno. Después algo de reggae. También copado. ¡Hasta puso Marilyn Manson!

-Seguro que te pusiste re contento. Vos eras fanático de Manson cuando eras pendejo, ¿no?-dijo Sabri. Todos nos reímos.

-¡Sí, lo amaba! En el año 2000 era mi ídolo máximo. No podía parar de escuchar Tainted Love. Pero el canyengue no empezaba más. Y yo ya no aguanto tanto.

-Claro-dijo Sabri.

Nos quedamos en silencio. Miramos cómo saltaban sobre el fuego.

-¿Tenés porro?-dijo Flor.

-No, no tengo.

-Pero fumaste, ¿no?

-Sí, me dio un amigo. Pero ya se fue.-Lo buscó con la vista.-Sí, ya se fue. Igual acá tiene todo el mundo.

-Sí, seguro-dijo Flor.

-Cheeee, ¿te enteraste que le publican dos novelas a Gabi?

Uh, ahora se ponen a hablar de nuevo de este pibito escritor y a mí me agarra la envidia, el complejo de inferioridad y la angustia. Todo junto al mismo tiempo es una combinación explosiva.

-¡Sí! ¡Sabía!

-Son buenas, eh. Como él es tan soberbio en clase yo pensé que iban a ser una cagada pretenciosa. Pero están buenas.

-¿Cómo escribe?-pregunté.

-Mmmm. Es un poco barroco. No sé cómo quién. Pero te hace pensar-dijo Juan. Su descripción no me aclaró nada.

-Ah, mirá vos.

-Se leyó todo. Se merece que lo publiquen porque escribe muy bien. Creo que de Letras es el único que escribe así.

-Sí, puede ser. También está Andrea. Que escribe poesía.

-Sí, pero son un bodrio sus poesías.

Ellos siguieron hablando de Gabi y yo me ensimismé. Seguí tomando sorbos de cerveza con Flor. No quería pensar en nada. Otros compañeros de Sabri se acercaron para charlar y casi ni intervine. Además ya tenía frío y sueño. Eran las tres y media y me quería ir.

Cuando salimos a la vereda, había un patrullero en la esquina de la peatonal Córdoba. Un oficial estaba intentando separar a dos borrachos que peleaban. Se gritaban y tiraban piñas al aire.

-¡Callate puto, sos de la B!

-¡Y vos pecho, negro de mierda!

-¡Rajá de acá que te cago a piñas, rajá de acá!

La discusión era sobre fútbol. Uno era de Central y el otro de Newells. Esa incompatibilidad y el alcohol los llevó a agarrarse a trompadas. El policía los separó como pudo.  Terminamos de ver la pelea y le dije a las chicas:

-¿Paro un taxi?

-Dale-dijo Flor.

-Yo mientras voy a vomitar-dijo Sabri.

-¿Qué?-pregunté.

Ni me respondió porque empezó a vomitar en la vereda de la facultad. Yo no me di cuenta de que ella estaba tan en pedo. Flor le sostuvo el pelo hasta que largó todo. Después le dio un pañuelito descartable para que se limpiara la boca y un chicle.

-Acá hay un taxi-dije.

Nos subimos las tres. Primero dejamos a Sabri. Flor se bajó en su departamento. Suele quedarse a dormir en mi casa, pero esa noche no pudo. Tenía un compromiso sexual ineludible.

Ya en mi casa me agarró el bajón. No tenía nada dulce para combatirlo ni tanto sueño como para irme a dormir. Era tarde, más de las cuatro, y yo tenía que levantarme a las nueve. Sabía que un libro me iba a dar sueño. Pero no quise ir a la cama enseguida. Así que prendí la computadora.

Lo primero que hice fue buscar entrevistas a Gabriel en YouTube. También abrí fragmentos de cuentos suyos para ver cómo escribía. Y después de escuchar y leer algunas cosas me tranquilicé. Lo que él hace no tiene nada que ver con lo que yo quiero hacer. Su personalidad tampoco me gustó. Es soberbio, presumido, esnob, academicista. Al describir su literatura dijo cosas como “no sé si mi búsqueda creativa es deliberada, pero quizá me gusta hipostasiar lo permeable de los géneros, algo que permite la nueva literatura, donde se busca romper con lo canónico y no respetarlo”. También dijo que  “hay regiones difusas, grises, donde los géneros se mezclan y en esos espacios anfibios me gusta escribir”, y, por si fuera poco, agregó que  “hay una diáspora en la literatura nueva y está bien que así sea”. La peor de todas sus opiniones fue ésta: “Yo sé que soy un representante de las nuevas generaciones de escritores y no reniego de eso. Al contrario. Me gusta leer buenas críticas sobre lo que escribo”.

Apagué la compu cuando me empezó a agarrar sueño. Eso fue unos 10 minutos después de haber descubierto lo inflado de ego que está este pibe. No sólo está inflado por su forma de ser, sino porque un grupo de críticos literarios lo infló. Yo no quiero eso. Yo quiero vivir de escribir y sé que en algún momento lo voy a lograr, pero no quiero que sea bajo esas condiciones.

No quiero que mis textos sean inentendibles o demasiado intelectualoides. Quiero escribir cosas que tengan vida, experiencias, anécdotas, situaciones graciosas. Me gustaría hacer reír y pensar al mismo tiempo, porque no creo que una acción excluya a la otra. Lo que me dijeron mis amigas, que voy a lograr lo que quiero recién a los 40, dejó de desesperarme. Tengo 20 años para vivir, viajar, crecer, aprender, y escribir sobre todo eso. Hemingway decía que hay que ir a los toros y a no sé dónde más y después escribir esas vivencias. Me encanta esa cita. La aplico siempre, en un nivel modesto, cada vez que escribo. Y quiero escribir bien, pero no de forma academicista, y a la vez quiero que lo que escriba le guste a muchas personas diferentes, pero sin ser algo superficial, digerido y sin matices. Todavía me falta escribir como realmente quiero escribir y tener la posibilidad de hacer que el deseo se transforme en profesión. Ya va a llegar. Y a mi manera.

Después de pensar un poco en las diferencias entre Gabriel y yo, me acosté. Me dormí enseguida. Unas tres horas después, cuando me levanté para ir a trabajar, toda la angustia había desaparecido.

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El día que tuve mi primera vez

Hace poco salí a correr a eso de las cinco de la tarde. Había sol y hacía bastante frío. Iba por Oroño, escuchando Iggy Azalea y sin lentes, cuando me agarraron el brazo. Frené, intenté enfocar la mirada y ahí lo vi. Era Mauricio.

-¡Meri!

-¡Mauri! ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo!

No sabía si darle un beso o abrazarlo o no hacer nada. Por un lado estaba transpirada y no quería ensuciarlo. Por el otro, hacía como nueve años que no nos veíamos y no supe bien cómo reaccionar. Amagamos unos segundos y después nos abrazamos.

-Bien, ¿vos? Qué loco esto, che.

-Sí, la verdad que sí. Estás muy cambiado. Casi no te reconozco.

-Sí, sí. Bajé como 10 kilos. Soy vegano. Eso me cambió la vida.

-Uh, un montón. A Fede lo vi hace un tiempo. Fue a Funes.

-Ah, mirá.

-¿Y tenés lentes de contacto?

-No, no. Me operé. No más lentes. Fui a un médico de Córdoba. Muy bueno.

-Ah, mirá vos-Me empecé a enfriar. Quería seguir corriendo, pero no podía cortarle el rostro tan rápidamente.

-¿Y vos? ¿En qué andás? ¿Estudiaste Letras?

-No, no. Soy profe de inglés.

-Ah, qué bueno. Yo estudié Marketing.

-Ah. ¿Y vivís en Rosario? Qué raro que nunca nos hayamos visto.

-No, estoy en Capital.

-Me parecía. Tenés un poco de acento.

-Sí, se me pegó enseguida. ¿Vos seguís en Funes?

-No, vivo acá. Mi papá está en Funes.

-¿Y tu vieja? ¿Se separaron?

-No, mi mamá murió. Hace cinco años.

-¿En serio? No sabía nada. No lo puedo creer. Qué garrón-Se puso pálido.

-Sí. Cáncer. Pero bueno, fue hace mucho.

-Sí, además vos con ella…Bueno, che, qué bueno verte. Te agrego a Facebook, ¿querés?

-No tengo.

-¿¡Cómo que no!?

-No, no tengo-sonreí.

-Creo que la tengo a Flor de amiga. Si algún día venís a Capital, ya sabés.

-Bueno, gracias. ¡Nos vemos!-Me puse los auriculares y seguí corriendo. Él se quedó mirándome. Seguro esperaba otro abrazo o un beso. Yo me quería ir.

El encuentro fue raro y por eso mientras corría pensé en él. Ese chico me encantaba y ahora no me había pasado nada después de verlo.  Al principio sentí una especie de nostalgia linda, porque vivimos muchas cosas juntos. Una vez que lo escuché hablar sentí tedio. Quería seguir corriendo. No me gustaba cómo había cambiado. Me dio la impresión de que había perdido espontaneidad y calidez. No sé. Me sonó forzada la charla y él me pareció bastante careta. Antes era un gordito onda Seth Rogen. Ahora parecía un integrante de One Direction. No me gustó para nada.

 ***

Mauricio y su hermano Federico vivían al lado de mi casa en Funes. Mauri es dos años más grande que yo. Fede es cuatro años más grande que yo. A mí me gustaba mucho estar en la casa de ellos porque su mamá era muy buena. En esa casa siempre había comida rica, desorden y música. Cuando éramos chicos jugábamos a la escondida, al ring raje, a los súper héroes. De más grandes mirábamos películas y a veces filmábamos cortometrajes con la cámara casera que tenían mis viejos.

Más o menos a los 13 años me empezó a gustar Fede. Él estaba por empezar quinto año y ni me registraba. Le gustaban las chicas más grandes. Yo era la vecina púber, nada más que eso. Igual no me desanimé y seguí yendo a su casa todos los días. Como siempre, sólo que me arreglaba más.

Ese verano fumé porro por primera vez. Me acuerdo que fue un sábado. La temperatura era perfecta, no había humedad y el viento estaba fresco. Mauri me había dicho que después de comer fuera a su casa porque íbamos  a ver una peli buenísima que se llamaba Pulp Fiction. Me dijo que era de Tarantino. Yo no sabía quién era Tarantino.

Cené con mis papás, me bañé, me puse un vestido corto con flores y fui de mis vecinos. En ese momento no había robos en Funes y la gente dejaba la puerta del frente abierta. Entré a la casa de ellos y fui al living. No había nadie.

-¡Fede!-grité. No me respondió.-¡Mauri!

-¡Afuera!-dijo la voz de Mauri desde lejos.

Abrí la puerta de tejido mosquitero y los vi a ellos dos sentados alrededor de la mesa de la galería. Tenían las cabezas inclinadas hacia delante.

-Buenas.

-Hola, Meri-dijo Fede sin mirarme. Estaba muy concentrado con algo que tenía en las manos. No vi qué era.

-Hola-dijo Mauri y levantó la vista.-Estás re linda.

-Gracias-dije yo. Fede siguió sin mirarme.-¿Qué están haciendo?

-Estoy armando un porro-dijo Fede.

-¿En serio? ¿Cómo es? Nunca vi uno de verdad-dije.

-Vení-dijo Mauri.

Me senté al lado de él y vi lo que estaba haciendo Fede. En la mano tenía un papel blanco muy finito, como papel de calcar. Tenía el tamaño de la mitad de un papel glasé. Lo sostenía con la palma de la mano derecha mientras le ponía marihuana.

-Parece orégano-dije. Fede se rió.

-Es más rico que el orégano-dijo Fede. Lo enrolló hasta formar un tubo y lo lamió para cerrarlo. Tenía una lengua muy larga.

-Che, ¿tus viejos?

-No están-dijo Fede y lo encendió. El humo tenía olor a unos sahumerios que mi mamá ponía en la peluquería.-Tienen que fumar, como un pucho, pero retener un poco más el aire en la boca. Y después lo largan.

-Yo nunca fumé cigarrillos-dije.

-Bueno, tenés que hacer como que chupás. Hacé fuerza con los labios-explicó Fede y me dio el porro. Hice lo que me dijo. Retuve el aire y empecé a toser.-No te preocupes, eso pasa las primera veces.

Después le dio una seca Mauri, después Fede, después otra yo y así hasta que lo terminamos. La sensación me gustó muchísimo. Me empecé a reír de cualquier cosa. Ellos también se reían.

Miramos la película fumados y felices. Pulp Fiction era diferente a todo lo que yo había visto hasta ese momento. A partir de ahí me hice fanática de Tarantino.

***

El día siguiente íbamos a ver otra película. Esta vez me había puesto un vestido con lunares. En aquel entonces tenía el pelo largo hasta la cintura y me había hecho una trenza. Mi mamá me delineó los ojos.

-¡Hola!-dije cuando entré al living. Estaba la familia completa.

-¡Hola, Meri!-dijo Claudia, la mamá de los chicos.-Vamos, Pablo.

-¿Tenemos que ir?

-Sí, vamos. Ya le dije a mi mamá que íbamos-dijo Claudia. Pablo se levantó del sillón.

-¿Van de la abuela?-preguntó Fede.

-Sí. Vinieron unos primos míos de Mendoza y la abuela preparó una cena. Tenemos que ir.

-¿Me llevan de Martín?

-Sí, vamos. Chau, chicos-dijo Claudia.

Fede se paró también. Yo no quería que se fuera.

-¿No íbamos a ver una peli?-pregunté.

-Sí, vamos a ver Trainspotting-dijo Mauri. Yo miraba a Fede. Los padres ya habían salido a la vereda.

-Yo me voy de mis amigos-dijo Fede.

-Dale, quedate.

-Me voy, María-dijo. Fue cortante.

-Chau-dije.

Fede se fue. Me dio bronca que me haya contestado mal. Quería irme a mi casa. Pero no quería dejar a Mauri solo. Así que me senté al lado suyo a ver Trainspotting.

La película no me gustó tanto como Pulp Fiction porque me resultó muy agresiva. Siempre me angustiaron las adicciones y ver una película específicamente sobre eso fue demasiado. En la escena del bebé (no voy a aclarar cuál, ya lo saben) me di vuelta.

-Ay, no quiero ver, me da impresión-dije.

-No pasa nada, tranqui-dijo Mauri y me agarró la rodilla. No fue desubicado, ni tampoco lo hizo como amigo. Me di cuenta que había algo más. Lo miré y me sonrió.

***

Pasé la mayoría de las noches de ese verano en la casa de Mauri y Fede. Miramos películas, a veces fumamos porro y le sacamos mano a la gente del pueblo. Fue un buen verano.

Cuando faltaba poco para empezar las clases, Fede llegó a su casa con una chica. Mauri y yo estábamos afuera, en la mesa de la galería. Él estaba tratando de que yo aprendiera a jugar al truco. Nunca aprendí, ni esa noche ni ninguna de las tantas veces que intentaron enseñarme.

-Hola-nos dijeron Fede y la chica. Era hermosa.

-Hola, ¿cómo va?-dije yo. Me levanté y les di un beso a cada uno.

-Hola-dijo Mauri. Él sólo saludó con la mano y  siguió anotando los valores de las cartas en una servilleta.

-Ella es Clara, mi novia.

¿TU QUÉ? Me aceleré. Pensé que había escuchado mal.

-Copado-dijo Mauri.

-Mucho gusto-dije yo. Quise que no se notara que la noticia me cayó como el culo. No sé si me salió tan bien.

Los dos sonrieron y volvieron adentro. Yo no podía dejar de pensar en que Fede tenía novia. Y esa novia era perfecta.

-No entiendo nada, Mauri. ¿Me explicás mañana de nuevo?-dije y tiré las cartas sobre la mesa.

Creo que nunca pude aprender a jugar al truco porque lo relaciono con esa noche, la noche en la que Federico presentó a su novia.

***

Empezaron las clases. Ya no veía tanto a los chicos porque íbamos a escuelas distintas. De vez en cuando nos juntábamos a la tardecita a escuchar música. Fede casi nunca estaba, o a veces estaba con la novia y yo no soportaba verla. Así que intentaba ir cuando sabía que él no estaba.

-Me gusta esto. ¿Qué es?-le dije a Mauri. Estábamos en su cuarto escuchando música.

-Pink Floyd.

-Me encanta. ¿Son ingleses?

-Sí. Son una de mis bandas preferidas. Parece que Dark Side Of The Moon dura lo mismo que El mago de Oz.

-¿La peli vieja?

-Sí. ¿No la viste?

-No.

-Uh, te va a encantar. A mi mamá le encanta y la vimos de pibes. Y ahora la quiero ver escuchando Dark Side porque parece que Pink Floyd se inspiró en la peli para hacer el disco y que cada tema coincide justo con algo que se ve en la peli.

-¡Qué copado! Lo tenemos que hacer-dije.

-Sí-dijo él y se acercó.-Esta noche si querés.

-No puedo. Mañana me levanto temprano. ¿El fin de semana?

-Sí, dale-dijo.

Me puse a mirar los nombres de los temas de Dark Side of The Moon. Después levanté la vista y la cara de Mauricio estaba muy cerca de la mía.

-Quería decirte que…-empezó. Y yo lo interrumpí con un beso. Ya sabía lo que iba a decir.

Puse la cajita del CD arriba de un mueble y lo volví a besar. Ahora también le había agarrado la cara con las manos. Él me agarró de la cintura y se acercó más. Estuvimos así un rato y después me saqué la remera. Tenía puesto el uniforme de la escuela. Él se sacó la suya. Después cada uno se sacó la ropa. Toda la ropa.

Me llevó a la cama de la mano. Me acosté. Él sacó un forro del cajón de la mesita de luz y lo puso al lado del velador. Se acostó al lado mío. Nos quedamos un rato más acostados casi sin movernos. Nos besamos en la boca y nos tocamos mucho. Después él me dijo:

-¿Querés…?-y yo asentí con la cabeza.

Entonces agarró el forro, rompió el paquete con los dientes y se lo puso. No miré mientras se lo ponía porque estaba un poco asustada. Pero sabía que no me iba a pasar nada malo. Y que era bueno tener mi primera vez con él y no con cualquier otro.

Al principio me dolió mucho. Después ya no. Después fue raro. Era una sensación nueva, un poco incómoda, y sin embargo me gustaba. Aunque era raro y ninguno de los dos sabía bien qué hacer, me gustaba. Con las piernas lo apreté alrededor de la cintura. Había leído en las revistas Cosmopolitan de la peluquería que “eso vuelve locos a los hombres”. La revista Cosmopolitan solía repetir sus artículos sobre sexo y eso era un “truco” que aparecía casi siempre. Era el único que me animaba a hacer. Por suerte a él le gustó.

Mauricio se movió un poco más arriba mío y nunca dejó de besarme. En un momento sentí una especie de descarga eléctrica en las manos y en los pies. Pensé que eso era acabar. Hoy sé que no fue así.

-Creo que acabé-le dije al oído.

-¿Sí?-él parecía sorprendido. Se movió un poco más fuerte y acabó. Él sí acabó.

Se sacó el forro, se acostó al lado mío y yo apoyé la cabeza sobre su pecho. Fue todo bastante rápido. Pero me gustó mucho. Tanto, que hasta lloré un poco de la emoción.

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